Sus hojas son en forma de abanico y poseen un corte en el centro de la hoja que forma dos lóbulos, de ahí su nombre “biloba”.

Los árboles de ginkgo pueden ser hembras o machos. En occidente se suelen plantar sólo árboles macho en parques y calles ya que las semillas del árbol hembra desprenden un olor desagradable. Sin embargo, en oriente, el árbol hembra es muy apreciado pues sus frutos se comen asados.

Hasta el siglo VII, se creía que el Ginkgo Biloba estaba extinguido, pero los monjes budistas, que habían descubierto sus propiedades terapéuticas, lo cultivaron cuidadosamente, preservándolo de su extinción y exportándolo a través del budismo.
En la medicina tradicional china y japonesa sus hojas y sus frutos son utilizados desde la antigüedad para el tratamiento de problemas respiratorios, de circulación o pérdida de memoria. Así, posee  características antioxidantes,  neutraliza los radicales libres, mejora la microcirculación cerebral,  normaliza la viscosidad sanguínea, evitar la formación de trombos, etc.

En oriente es considerado un árbol sagrado y casi milagroso y se le asocia a la longevidad. Un ejemplar de esta especie sobrevivió a la bomba atómica en Hiroshima, aportando esperanza tras el desastre y desde entonces es un lugar de preregrinación.